Maria Varela Studio

Sobre mí

Arte en compañía

El camino de vuelta al arte

Cualquier niño de siete años te dirá con rotundidad: la tarta de chocolate siempre gana al brócoli. Para mí, era exactamente igual de evidente que las clases de arte eran lo mejor de la semana. Me encantaba rebuscar entre los lápices, olvidaba dónde estaba si tenía un rotulador en la mano y me costaba despegar la mirada de las ilustraciones de mis cuentos favoritos. Cuando llegó el momento de pensar en el futuro, sin embargo, el arte me pareció como la tarta de chocolate: deliciosamente tentador, sin duda, pero no algo que pudiera convertirse en un modo de vida.

Muchos años después, las circunstancias me regalaron algo inesperado: tiempo. Cuando mi marido y yo nos mudamos al extranjero, dejé atrás mi carrera como editora y me encontré en una situación en la que ya no necesitaba trabajar. Tuve la libertad y la energía para tomar un nuevo rumbo y, esta vez sí, elegí dibujar. Fue entonces cuando Miga se vino a vivir con nosotros: una cachorrita tan encantadora que parecía salida directamente de una película de Disney, demasiado adorable y dulce para ser real. Juguetona y ridículamente cabezota, me descubrió la capacidad de los animales para conmovernos y cuánta personalidad hay en cada uno de sus gestos. Se convirtieron en mi principal fuente de inspiración.

Después de explorar diferentes materiales y estilos, llegué al grafito, un medio que me permitió capturar los detalles más sutiles de las plumas, el pelo y todas esas pequeñas peculiaridades que hacen único a cada ser. Me maravilló la precisión que me ofrecían los lápices y sentí que había encontrado mi lugar.

El dibujo como artesanía

Cada retrato que realizo comienza con una fotografía de referencia cuidadosamente seleccionada, a veces tomada de fotógrafos cuyo trabajo respeto profundamente. Elegir la imagen perfecta es un proceso meditado y deliberado, ya que busco sujetos que inspiren emoción, belleza y una conexión con el mundo natural. Cuando se trata de mis perritas Brontë y Miga, soy yo quien las fotografía: una aventura llena de risas, paciencia y movimiento. Estas sesiones de fotos no solo capturan sus personalidades, también aportan la chispa inicial al proceso creativo.

Una vez lista la referencia, llega el momento de afilar los lápices y ponerse a trabajar. Comienza un ritual que me entusiasma porque requiere atención y cuidado. Desde las primeras capas de grafito en polvo, más espontáneas y ágiles, hasta la metódica repetición de trazos, cada momento del proceso aporta riqueza. Dibujar conlleva una mezcla de emociones: la calma concentrada de una práctica que exige tiempo, la energía nerviosa conforme se acerca el final y la incertidumbre constante: ¿saldrá todo según lo planeado?

Agradezco el tiempo que puedo dedicar al dibujo, la belleza de los materiales tradicionales de bellas artes —siempre me encontrarás cerca del expositor de Faber-Castell—, la diversión de descubrir recursos en los lugares inesperados —esponjas y lápices de maquillaje—  y las pequeñas alegrías del oficio: realzar el brillo húmedo en la trufa de la criatura, perseguir un rizo gamberro u oscurecer la pupila siempre un toque más. Todo forma parte de un mundo creativo que es un privilegio habitar.

Mi delicioso equipo

Miga: mi compañera leal

Con ocho años, Miga es nuestra primera perrita, una Cavalier King Charles Spaniel con una personalidad mucho más grande que su pequeña y robusta figura. Se mueve por la vida con una pachorra irresistible que alterna con estallidos de pura alegría.

La mayor parte del tiempo es la reina de los ronquidos apacibles y los pasos perezosos, la imagen de la serenidad. Pero si mencionas la pelota o le preguntas con picardía ¿sabes quién viene, Miga?, su cola se mueve con tal entusiasmo que arrastra su cuerpo y parece bailar de felicidad.

¿El lugar favorito de Miga? Los espacios concurridos. Ya sea un mercado bullicioso o la terminal de un aeropuerto internacional, es feliz cuando recibe atención y caricias de desconocidos. Nuestra perrita silenciosa nunca ha necesitado ladrar, vive en la confianza de que todos la quieren y es feliz devolviendo ese cariño.

Brontë: mi pequeña salvaje

Con apenas un año, Brontë es nuestra diminuta Cavalier King Charles Spaniel, una rebelde innata con una velocidad sorprendente y un mechón de pelo rizado en lo alto de la cabecita que le da un aspecto divertidísimo.

En la calle es un manojo de nervios: se esconde entre mis piernas, ladra a otros perros y después llora, como si se avergonzara de su propio teatro. Aun así, cada paseo es una aventura para esta cazadora de tesoros que siempre regresa a casa con una ramita, un bolígrafo o un pequeño juguete. Se apresura con sus hallazgos, su pelo alborotado y sus ojos brillantes de triunfo.

En sus espacios seguros se transforma: tímida y ansiosa en la calle, pero incansablemente juguetona, cariñosa y traviesa cuando se siente protegida. Su dulzura es un pequeño secreto reservado a sus humanos favoritos.

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